“El futuro pertenece a quienes creen en la belleza de sus sueños.” – Eleanor Roosevelt
Cuando completé mi primer rompecabezas, comprendí que tenía la capacidad, las habilidades y la gracia de Dios para organizar lo que parecía un caos. No era solo un juego, era la primera pista de que podía construir orden en medio de la incertidumbre. Luego vino la tecnología: diseñar juegos en PowerPoint se sintió como un acto de magia, una chispa que me demostró que el ingenio también es una forma de creación.
Las mujeres en STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas) hemos aprendido a avanzar en un mundo que, aún hoy, parece estar diseñado para que dudemos de nuestro lugar. Y sin embargo, aquí estamos. Las oportunidades han crecido: hay becas, hay programas, hay espacios. Pero si las puertas están abiertas, ¿por qué en un aula de ciencias seguimos viendo a dos mujeres frente a veintiocho hombres?
La respuesta está en los códigos que nos graban desde la infancia. “Las matemáticas no son para niñas”, “Esa carrera es muy difícil para ti”, “Busca algo más adecuado”. Nos lo dicen sin mala intención, pero el efecto es real: crecemos sin imaginar que podemos estar allí. Y así, cuando llegamos a una universidad con puertas abiertas, ya hemos pasado a otra cosa, convencidas de que la ciencia no nos pertenece.
Cuando tenía trece años, en un taller extracurricular, descubrí la programación. Escribir unas líneas de código y verlas cobrar vida en una página web fue un momento de revelación. Por primera vez, sentí que podía darle forma a algo intangible. Y lo mejor: podía aprender a hacerlo una y otra vez. Me hice una pregunta: “¿Cómo?”. Y en ese instante, comenzó el camino.
El camino todavía no es justo
A pesar de los avances en equidad de género, las cifras todavía nos cuentan otra historia. En América Latina y el Caribe, las mujeres representan el 41% de los graduados en STEM, superando incluso el promedio mundial del 38% (PNUD). Pero la universidad no es el final de la carrera, y en el mundo de la investigación científica, las mujeres siguen siendo minoría: en Costa Rica, solo el 24% de los investigadores son mujeres; en El Salvador, el 17%; en Honduras, el 21.5% (UNESCO). En Guatemala, solo el 33% de los investigadores son mujeres, y la situación es aún más crítica para las mujeres indígenas, quienes enfrentan mayores barreras para acceder a posgrados (Senacyt).
La programadora dominicana Anabell de Jesús, con más de 25 años de experiencia en tecnología, recuerda cómo su curiosidad por lo desconocido la llevó a estudiar programación. “Me impulsó la curiosidad por lo desconocido. Estudié programación y conseguí trabajo en el área a pesar de no tener experiencia. Ese empleo fue mi plataforma de aprendizaje y crecimiento”. Como ella, muchas otras mujeres han tenido que abrirse camino con determinación, enfrentando barreras que van desde la falta de referentes hasta la brecha salarial.
Las barreras invisibles
Las dificultades para las mujeres en STEM no solo se encuentran en los exámenes y en la selección de carrera. Están en las pequeñas barreras cotidianas: la sorpresa cuando una mujer dice que es ingeniera, el cuestionamiento constante a sus capacidades, la falta de espacios de mentoría y la ausencia de modelos a seguir en los medios.
A esto se suma la desigualdad económica. A pesar de tener las mismas capacidades y formación, las mujeres en STEM ganan, en promedio, un 17% menos que sus colegas hombres (CEPAL, 2023). No es solo una brecha salarial: es una señal de que el esfuerzo de las mujeres en ciencia y tecnología sigue siendo subvalorado.
Nosotras somos el cambio
El mundo necesita más mujeres en STEM. No porque sea una cuota que haya que llenar, sino porque el talento no tiene género y la ciencia es mejor cuando incluye todas las perspectivas. Necesitamos que más niñas se atrevan a preguntarse “¿Cómo?” y que encuentren las respuestas sin que nadie las haga dudar de su potencial.
Plataformas como La Opiteca nos recuerdan que nuestras voces importan, que nuestras historias pueden abrir caminos. La equidad en STEM no es un destino, es un viaje que seguimos construyendo todos los días. Y tú, que estás leyendo esto, también eres parte de él.
Como dijo Nelson Mandela: “El coraje no es la ausencia de miedo, sino actuar a pesar de él”. Y aquí estamos. Actuando.